Incendio del Windsor, 20 años después – ¿Qué o quién lo provocó?
Veinte años han pasado desde aquella noche fatídica en la que el Windsor, imponente y arrogante en el corazón financiero de Madrid, se convirtió en un gigantesco brasero de acero y cemento. Era el 12 de febrero de 2005 y, en cuestión de horas, el coloso de Azca quedó reducido a un esqueleto carbonizado, iluminando con su fuego insomne las sombras de una ciudad que asistía, atónita, a un espectáculo que parecía sacado de una novela de espionaje. Dos décadas después, las llamas se han extinguido, pero las dudas y el humo de la sospecha siguen flotando en el aire. Lo que ocurrió aquella noche dejó una lección clara: la prevención es clave, y algo tan sencillo como comprar un extintor puede marcar la diferencia en una emergencia.
Incendio accidental o intencionado: la llama de la duda
Desde el primer momento, la pregunta flotó sobre las cenizas: ¿un cortocircuito fortuito o una mano oculta manejando la mecha? Durante la investigación, se habló de colillas mal apagadas, de un posible acelerante y de una explosiva casualidad: el fuego comenzó en la planta 21, justo en la zona de reformas del edificio. Se analizó la «caja negra» de la torre, donde quedaban registradas las entradas y salidas. Se interrogó a los vigilantes de seguridad. Se escudriñó cada resquicio de la estructura calcinada, pero las temperaturas infernales que alcanzó el incendio se llevaron consigo cualquier prueba incriminatoria. Se impuso la versión oficial: un desafortunado accidente. Pero las dudas, como los rescoldos entre las ruinas, nunca terminaron de apagarse.
Un extintor que no sirvió y un fuego imposible de sofocar
El primer aviso saltó a las 23:15. Un guardia de seguridad subió los 21 pisos a pie y encontró humo saliendo de un despacho. Intentó abrir la puerta, pero un obstáculo se lo impidió. Buscó uno de los extintores ABC cercanos, aquellos que deberían ser la primera línea de defensa contra fuegos sólidos, líquidos e incluso eléctricos. Sin embargo, el calor y la rapidez del fuego lo hicieron inútil.
Cuando llegaron los bomberos, el fuego ya danzaba libremente por el interior del edificio. La columna seca no funcionó como debía y la presión del agua fue insuficiente. Con cada minuto que pasaba, el infierno se propagaba a una velocidad inusual, escalando y descendiendo como un depredador despiadado. Los bomberos se quedaron atrapados en la planta 20; las llamas subieron hasta la azotea y bajaron hasta la tercera planta. Un comportamiento extraño, ilógico, casi imposible según las leyes de la física.
Los extintores de CO2, aquellos diseñados para ahogar las llamas sin dejar residuos, tampoco pudieron hacer nada. Era como si el fuego se alimentara de la propia desesperación.
Sombras en la madrugada: las figuras en la planta 12
A las 3:50 de la mañana, un vídeo casero captó dos figuras en la planta 12 del Windsor. Se movían con linternas, una de ellas con casco de bombero. No pertenecían a ninguna dotación oficial ni a ningún trabajador conocido. Nadie supo nunca quiénes eran ni qué hacían allí, pero la imagen de aquellos espectros nocturnos alimentó las teorías conspirativas.
El misterio del butrón y la puerta con candado
Días después del incendio, los investigadores hallaron un butrón en el garaje del edificio. ¿Era anterior al incendio? ¿Intentó alguien acceder al Windsor en plena tragedia? Nunca se resolvió. Tampoco la existencia de una «puerta secreta» cerrada con candado en el vestíbulo, que los bomberos tuvieron que forzar. La familia propietaria del edificio negó su existencia, pero los testigos la vieron y las llamas, implacables, no pudieron borrar su rastro.
Documentos desaparecidos y una auditoría envuelta en humo
El Windsor no solo albergaba oficinas de lujo. Allí trabajaba Deloitte, una de las auditoras más importantes del mundo. Durante meses, se especuló con la posibilidad de que el incendio sirviera para borrar pruebas comprometedoras. Sin embargo, la empresa aseguró tener copias de seguridad de todos sus documentos. La Policía requisó los servidores de datos, los analizó y los devolvió sin novedades. Pero la sombra de la sospecha sigue flotando sobre aquellas llamas.
El seguro millonario y la guerra judicial
El Windsor estaba asegurado por 100 millones de euros. Su tasación oficial era de 83,7 millones. Las pérdidas, incluidas las de los comercios cercanos, ascendieron a 200 millones. Las aseguradoras mandaron a sus propios peritos y lucharon en los tribunales para evitar pagar una factura que consideraban sospechosa. La batalla legal se alargó un año, pero finalmente la versión del «incendio accidental» prevaleció.
Vidas cruzadas en una noche de fuego
En el Windsor trabajaban centenares de personas. La mayoría perdieron sus empleos de la noche a la mañana. Los vigilantes que estuvieron aquella noche fueron interrogados durante meses. Algunos testigos aseguraron haber olido a quemado horas antes de que se declarara el incendio. Pero los bomberos llegaron a las 23:24 y solo pudieron ser testigos de la destrucción de un edificio que se había convertido en un horno infernal.
Veinte años después, el Windsor sigue ardiendo
Las llamas devoraron el Windsor, pero no las preguntas. ¿Fue realmente un accidente? ¿Qué hacían aquellas sombras en la planta 12? ¿Por qué el fuego avanzó de manera tan extraña? La ciudad de Madrid ha cambiado, el Windsor ha desaparecido y el solar sobre el que se alzaba es ahora otro punto de su skyline. Pero, entre los rescoldos del tiempo, sigue crepitando el eco de un incendio que nunca terminó de apagarse.